jueves, 5 de mayo de 2011

Elogio a Ernesto Sábato

Elogio a Ernesto Sábato

Ernesto, nos enseñaste a transitar la belleza, el misterio, y los ideales. Diste todo hasta quedarte con las manos vacías y el alma llena. Moriste dignamente en tu sosegada y sencilla casa de Santos Lugares. Y tal como lo pediste, fuiste velado en el club barrial donde tus hijos jugaron.

Mi querido Ernesto Sábato, nuestro querido Ernesto, conocí tu primera novela, “El Túnel”, cuando estaba en cuarto año de la Normal. La Profesora Isabel Centurión de Rosa tuvo la brillante idea de presentárnosla. (Y esto no fue una casualidad, de la misma manera leímos a Federico García Lorca, que recitábamos por gusto de memoria).

Recorrí, concretamente, el derrotero de Martín, ese personaje de “Sobre Héroes y Tumbas”, puro e idealista. Quise tener la belleza de la trágica Alejandra. Te sentí profundo cuando narrabas la crónica del General Juan Gal Lavalle, camino al Norte. Te absorbí, te quise y te quiero, te emulé, sin lograrlo.

Leí con las entrañas revueltas el “Nunca más”, que diste emocionado, después de haberte asomado al infierno, junto a Magdalena Ruiz Guiñazú, al Doctor Raúl Alfonsín.

En “Abbadon, el exterminador”, presentí el final de esta civilización en el delirio y las visiones de ese borracho que cruza esa demencial calle, pero sentí también la esperanza.

Recuerdo cuando viniste a Paraná en la década del 70, (en la época que éramos jóvenes y nos devorábamos el mundo) al Círculo Médico, atestado de personas que llenábamos las escaleras interiores y exteriores del salón.

Hombre inteligente, Doctor en Física, fuiste a estudiar a la Sorbona en París, y que allí te contactaste con pintores, con filósofos existencialistas). Sustantivamente escritor, te educaste en la Universidad de La Plata, (que creara el humanista Joaquín V. González), fuiste discípulo de Henríquez Ureña, naciste en la Provincia de Buenos Aires, partido de Rojas, después de diez hermanos. Y te fuiste ayer de este mundo.

Quienes abrevamos en tus letras impregnadas también de criollismo, quienes nos abstrajimos en tus ficciones o metáforas, quienes nos internamos en los vericuetos de Buenos Aires, y en los túneles del alma, quienes aprendimos por vos, que la esperanza es más fuerte que la desesperanza te damos el adiós profundamente emocionados, por que el pueblo te acompaña con absoluta sinceridad a tu morada final.

Gracias, Maestro, por todo.

Guillermina Brasseur, Paraná 1º de mayo de 2011