jueves, 22 de diciembre de 2011

mensaje

El advenimiento de las corolas



Aunque tengamos que seguir remando
y preocupados nos cueste vivir
sembremos la belleza que amando
convencidos, no dejemos morir.

Busquemos las sonrisas
y de corolas su advenimiento:
en esta época, luz del adviento,
amor y paz, un céfiro, la brisa...


Paraná, 22 de diciembre de 2011


Guillermina

domingo, 27 de noviembre de 2011

Angelada en la brisa

Angelada en la brisa


Luz y paisaje, en el puerto anclados.
Su horizonte buscó en este río
la golondrina que en desvaríos
vuela sobre los barcos amarrados.

Está en las oquedades el perfume
que libó la abeja. Ve al hombre,
desde los labios de sed con su nombre
pide que un resuello no se esfume,

que no se fugue por ese cielito.
Dice un duende del sol, entre quietudes,
balbuceando pasito a pasito:

-Ángel de la brisa, no te mudes,
empuja tu velero, despacito,
que sus velas despliegan plenitudes…


Fin del verano de 2008

viernes, 9 de septiembre de 2011

Última piel

Última piel





Guillermina Brasseur



Su marcha le da un aspecto como de pájaro, porque leve es su pisada diferente. No es como la de las demás mujeres que recorren a diario la costanera. Tampoco la amplitud de su mirada es igual. Se da tiempo para que ese suave latido azul sobrevuele abarcándolo todo, pausadamente, como amplia pollera de seda que ondea sobre el paisaje. En cambio, su corazón le marca un tiempo inusitado, de diálogo secreto. Con su marcha asimétrica y una sonrisa en los labios, pone sus ojos en la vastedad del horizonte.

Hace dos años que sus palabras son balbuceos y reaprende a vivir a pesar de todo. Con cincuenta y cuatro años en su cuerpo y alma, atravesó incomprensiones, miedos, soledades, infiernos, escuchando comentarios sin poder articular frases coherentes.



Se recuerda niña de piernas flacas y mirada acuosa. Feliz. Y a la escuela, en la que aprendía todo lo que le enseñaban, con una alegría de alas y guardapolvo almidonado, las tertulias con los vecinos, los buenos modales, el club de su barrio donde patinaban con valses vieneses, los domingos de misa, los desfiles del veinticinco, la bandera que portaba…Luego, adolescente, en la escuela Normal. Revive su juventud y paisajes de ideas, que quebraron viejas estructuras, recordando su militancia por las causas populares, su vehemencia en la lucha. Todo recuerda mientras camina…



Lo encontró caminando. Alto, moreno, con su andar algo desgarbado y mirada ansiosa. Él la miraba preguntándose por aquella chica de veinte años de la que estuvo prendado. No podía creer lo que estaba viendo. Entonces pregunta: -¿Cómo estás, cómo te sentís?

Y ella, con monosílabos contesta lo que puede, embargada por la emoción.

Él lee su mirada, toma la palabra y completa sus pensamientos con frases que ella no puede verbalizar. Le coloca en sus oídos, tiernamente, unos pequeños caracoles desde donde surge una bellísima música cantada por Pavarotti, y la furtiva lágrima deja de serlo. Tina está agradecida, le brillan sus ojos, le cosquillea el vientre, y prorrumpe en sollozos de alegría. Se abrazan fuertemente, por un rato. El río le trae mensajes ciertos de esperanzas recién nacidas.



(…Sin duda este instante significa un oasis en el desierto de su vida. Qué paradoja este oasis y la ofensa de un hijo).



Desde aquel momento en que vio la luz en su nueva vida, no dejó de pensar en él y tener una razón para vivir. Ni su marido, ni sus hijos le aportaban la felicidad de pensar en cada encuentro, temprano de la mañana, dos veces por semana.

Y para cada uno de ellos se arregló. Mejoró su aspecto, preparó su ropa, puso más lisa y fragante su piel, se miró en el espejo…

Los encuentros al principio, fueron diálogos profundamente amorosos. Su problema en el habla no fue impedimento para la más hermosa de las comunicaciones.

Renació, rejuveneció, se sintió de nuevo como una niña frente a la inmensidad.

Un día en el banco de la costanera, él le propone seguir conversando en otro lugar, propuesta que acepta. Sube al auto.

Hacía tantos años que no iba. Recuerda que lo hizo con su marido, antes de casarse.

Transpuesta la puerta de la habitación, se funden en un cálido beso, distinto a los que habían tenido hasta ahora.

Él le dice:

-Tanto tiempo, Tina. Hace más de treinta años que tenía ganas de hacerlo.

Navegó su barca en un éxtasis vago. Acarició con su mano derecha todo el cuerpo de Enzo. Llegó emocionada a su miembro viril, que despertó como un dios olímpico, pleno. Sintió al Príapo más que en su juventud.

…………………………..



Durante esos meses habitó el azul. Aleteó con su brazo izquierdo reverberando el aire, amó, y por fin bebió cada una de las letras de su nombre. Recitó con su pensamiento, todos los poemas…

………………………..

A veces el amor clandestino, y muchas, la soledad, y su paso desigual por la costanera.

lunes, 4 de julio de 2011

Si me quedara vacía
sintiendo frío y desolación
el corazón helado
el alma escarcha de temblor
en las manos azules,
buscaría mi sol tibio
mi comida en el fuego
mi nido en el hogar
leño en mi lar
y afecto de los míos.
Me movería a mis matrices de aprendizaje
y en alguna de ellas estarías vos.
Estarían todas...
Guillermina

jueves, 5 de mayo de 2011

Elogio a Ernesto Sábato

Elogio a Ernesto Sábato

Ernesto, nos enseñaste a transitar la belleza, el misterio, y los ideales. Diste todo hasta quedarte con las manos vacías y el alma llena. Moriste dignamente en tu sosegada y sencilla casa de Santos Lugares. Y tal como lo pediste, fuiste velado en el club barrial donde tus hijos jugaron.

Mi querido Ernesto Sábato, nuestro querido Ernesto, conocí tu primera novela, “El Túnel”, cuando estaba en cuarto año de la Normal. La Profesora Isabel Centurión de Rosa tuvo la brillante idea de presentárnosla. (Y esto no fue una casualidad, de la misma manera leímos a Federico García Lorca, que recitábamos por gusto de memoria).

Recorrí, concretamente, el derrotero de Martín, ese personaje de “Sobre Héroes y Tumbas”, puro e idealista. Quise tener la belleza de la trágica Alejandra. Te sentí profundo cuando narrabas la crónica del General Juan Gal Lavalle, camino al Norte. Te absorbí, te quise y te quiero, te emulé, sin lograrlo.

Leí con las entrañas revueltas el “Nunca más”, que diste emocionado, después de haberte asomado al infierno, junto a Magdalena Ruiz Guiñazú, al Doctor Raúl Alfonsín.

En “Abbadon, el exterminador”, presentí el final de esta civilización en el delirio y las visiones de ese borracho que cruza esa demencial calle, pero sentí también la esperanza.

Recuerdo cuando viniste a Paraná en la década del 70, (en la época que éramos jóvenes y nos devorábamos el mundo) al Círculo Médico, atestado de personas que llenábamos las escaleras interiores y exteriores del salón.

Hombre inteligente, Doctor en Física, fuiste a estudiar a la Sorbona en París, y que allí te contactaste con pintores, con filósofos existencialistas). Sustantivamente escritor, te educaste en la Universidad de La Plata, (que creara el humanista Joaquín V. González), fuiste discípulo de Henríquez Ureña, naciste en la Provincia de Buenos Aires, partido de Rojas, después de diez hermanos. Y te fuiste ayer de este mundo.

Quienes abrevamos en tus letras impregnadas también de criollismo, quienes nos abstrajimos en tus ficciones o metáforas, quienes nos internamos en los vericuetos de Buenos Aires, y en los túneles del alma, quienes aprendimos por vos, que la esperanza es más fuerte que la desesperanza te damos el adiós profundamente emocionados, por que el pueblo te acompaña con absoluta sinceridad a tu morada final.

Gracias, Maestro, por todo.

Guillermina Brasseur, Paraná 1º de mayo de 2011

martes, 22 de marzo de 2011

Pearcings

Pearcings
-¡¡¡Vos me la robaste, fuiste vos!
-¡Callate, vení al baño, te voy a decir algo!
-¡¿Qué onda, loco?! ¡Basta! ¡No me peguen más!, dijo exhausto.
El entrevero fue sucediendo primero en el baño, donde a Quique lo azotaron, en la casa donde se festejaba el cumpleaños de quince de una vecina.
-Basta loco, los dueños de casa no quieren quilombo, vamos al campito, sino, ya saben, viene la cana…
Allí en el campito, bajo la luna lóbrega y empañada Quique sacó su sevillana, y cortajeó el abdomen del ladrón de su valijita de pearcings y tatuajes.
Se hizo un silencio denso y todo pareció haber terminado.
Masticando bronca rumbeó a la casa del montecito, donde sus tíos abuelos, que oficiaron de padres, dormían. Sacó la cuchilla del cajón del armario en la cocina, mientras transpiraba de rabia.
Ni por asomo pudo pensar en los únicos seres que lo habían querido, ni las cuchilladas fueron capaces de neutralizar sus fracasos escolares, su no-lugar que para él era la escuela, ni la resistencia miserable del fernet y la marihuana…Ni siquiera la sangre en la espalda del otro chico le hizo ver que su vida es una verdadera trampa a los dieciocho años…
Solo por fin, comprobó que con el porro y el alcohol se estaba ganando… ¿la muerte? Rozó con la mano su ceja derecha atravesada por un pearcing. Con lágrimas de rabia escuchó los silencios del olvido, de esta sociedad que últimamente pone huevos de serpientes en abundancia, y se tocó el brazo derecho con el índice izquierdo, bordeando la cobra tatuada, sentado en un banco de madera de la seccional de policía…

sábado, 5 de marzo de 2011

Microcuento

El nirvana en casa de mamá

Yo no sé si mi madre sufre senilidad verdadera, o está llegando a una enorme sabiduría.
Vive al lado, y esta mañana me dijo que había amanecido pensando que la casa en la que estaba no era suya, que ése no era su lugar. Así me dijo.
Entonces aprontó valijas y bolsitos para irse, como pude comprobar después.
Dijo que de pronto abrió la ventana, y que quedó absorta mirando el paisaje del pequeño jardín del frente, la vereda, la calle y el paredón del club.
Entonces fue cuando pensó, según me dijo, ¿será entonces mi casa?...al final mi casa es mi imaginación…
Me quedé mirándola, sin saber si me causaba pena su Alzheimer, o admiración por haber alcanzado la sabiduría.
Guillermina, 17 de diciembre de 2010

viernes, 25 de febrero de 2011

Escaleras

Las escaleras

¿Qué paso azul por escaleras vanas
dejando sombra de los pasos breves,
dos pétalos sedosos, la mañana,
suave tapiz van por silencio leve?

Solté en días inciertos y esfumados
las vanas letras y los pensamientos.
Vivo aleteo, colibrí irisado
desvaneció cuando sopló aquel viento.

A oros y cielo de un fino celaje,
vanamente subí en sutil encaje.
Luego llegué, llegué, en el ocaso.

Pero esa tarde diluyó los sueños.
Son nube y pétalos, tapiz y pasos
cristales rotos que no tienen dueño.


Junio de 2009