martes, 22 de marzo de 2011

Pearcings

Pearcings
-¡¡¡Vos me la robaste, fuiste vos!
-¡Callate, vení al baño, te voy a decir algo!
-¡¿Qué onda, loco?! ¡Basta! ¡No me peguen más!, dijo exhausto.
El entrevero fue sucediendo primero en el baño, donde a Quique lo azotaron, en la casa donde se festejaba el cumpleaños de quince de una vecina.
-Basta loco, los dueños de casa no quieren quilombo, vamos al campito, sino, ya saben, viene la cana…
Allí en el campito, bajo la luna lóbrega y empañada Quique sacó su sevillana, y cortajeó el abdomen del ladrón de su valijita de pearcings y tatuajes.
Se hizo un silencio denso y todo pareció haber terminado.
Masticando bronca rumbeó a la casa del montecito, donde sus tíos abuelos, que oficiaron de padres, dormían. Sacó la cuchilla del cajón del armario en la cocina, mientras transpiraba de rabia.
Ni por asomo pudo pensar en los únicos seres que lo habían querido, ni las cuchilladas fueron capaces de neutralizar sus fracasos escolares, su no-lugar que para él era la escuela, ni la resistencia miserable del fernet y la marihuana…Ni siquiera la sangre en la espalda del otro chico le hizo ver que su vida es una verdadera trampa a los dieciocho años…
Solo por fin, comprobó que con el porro y el alcohol se estaba ganando… ¿la muerte? Rozó con la mano su ceja derecha atravesada por un pearcing. Con lágrimas de rabia escuchó los silencios del olvido, de esta sociedad que últimamente pone huevos de serpientes en abundancia, y se tocó el brazo derecho con el índice izquierdo, bordeando la cobra tatuada, sentado en un banco de madera de la seccional de policía…

sábado, 5 de marzo de 2011

Microcuento

El nirvana en casa de mamá

Yo no sé si mi madre sufre senilidad verdadera, o está llegando a una enorme sabiduría.
Vive al lado, y esta mañana me dijo que había amanecido pensando que la casa en la que estaba no era suya, que ése no era su lugar. Así me dijo.
Entonces aprontó valijas y bolsitos para irse, como pude comprobar después.
Dijo que de pronto abrió la ventana, y que quedó absorta mirando el paisaje del pequeño jardín del frente, la vereda, la calle y el paredón del club.
Entonces fue cuando pensó, según me dijo, ¿será entonces mi casa?...al final mi casa es mi imaginación…
Me quedé mirándola, sin saber si me causaba pena su Alzheimer, o admiración por haber alcanzado la sabiduría.
Guillermina, 17 de diciembre de 2010